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Автор Альберто Васкес-Фигероа

COLTAN

Alberto Vázquez-Figueroa

Libro digital creado por Betatron

Houston, 2007

Catorce de los quince miembros del consejo de administración habían tomado asiento en torno a la gigantesca mesa de reuniones con el fin de escuchar lo que su severo presidente, que les había convocado con inusual y perentoria urgencia, tenía que comunicarles.

Peter Corkenham, un hombretón calvo y orondo, que lucía unas enormes gafas de concha y un eterno rictus de amargura en la boca, motivado probablemente por una dolorosa úlcera estomacal, masculló algo ininteligible entre dientes y a continuación se limitó a leer el comunicado que había recibido el día anterior y que rezaba así:

A la vista de que el gobierno de los Estados Unidos piensa retirarse de Irak dejando tras de sí un rastro de muerte y destrucción que ha arrasado el país, hemos decidido que la empresa culpable de tan cruel y nefasto desastre —la Dall Houston, de la que son ustedes principales dirigentes y accionistas—, reintegre los beneficios que ha obtenido de tan bárbara e injustificada agresión.

Nos consta que no es posible resucitar a los muertos, pero sí lo es reponer en parte los daños causados, y por ello exigimos que devuelvan dichos beneficios que hemos calculado en torno a los cien mil millones de dólares.

De no aceptar nuestra justa demanda, cada dos semanas uno de ustedes será ejecutado, no importa lo que aleguen en su defensa, dónde se oculten o cómo intenten protegerse.

La mejor prueba de que hablamos en serio reside en el hecho de que el cadáver del único compañero del consejo de administración que en estos momentos falta a la cita, y cuyo sillón aparece vacío, Richard Marzan, se encuentra actualmente en el interior de una de las tinajas que adornan el jardín de su fastuosa mansión, a orillas del río.

Si deciden colaborar les enviaremos una lista de los hospitales, escuelas, edificios, puentes y carreteras que deberán comenzar a construir inmediatamente.

De no ser así, antes de que finalice el verano tan sólo dos de ustedes habrán sobrevivido, pero será por muy breve espacio de tiempo.

El dinero sucio de sangre se limpia con sangre.

AAROHUM AL RASHID

Peter Corkenham depositó con suma delicadeza el documento sobre la mesa, como si le quemara, y a continuación observó uno por uno a los presentes antes de comenzar a limpiarse las gafas y señalar en un tono de estudiada calma:

—Esta mañana han sacado el cadáver de Richard de una de las tinajas de su jardín; lo habían degollado ayer por la tarde...

—¿Pero quién es ese tal «Aarohum Al Rashid»? —inquirió una voz anónima y a todas luces inquieta—. ¿Un nuevo Osama Bin Laden?

—No tengo ni la menor idea, pero evidentemente ha tomado el nombre del sultán protagonista de las historias de Las mil y una noches —admitió su presidente—. Debe de considerarse el héroe del cuento mientras nosotros hacemos el papel de los cuarenta ladrones.

—¡Qué estupidez!

—Supongo que a Richard no se le antojará una estupidez —fue la agria respuesta—. Ni a su mujer y sus hijos tampoco.