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Автор Пол Андерсон

Poul Anderson

10 de septiembre de 1987

3 de junio de 1533 (calendario juliano)

15 de abril de 1610

11 de mayo de 2937 a. C.

3 de noviembre de 1885

30 de octubre de 1986

11 de mayo de 2937 a. C.

12 de mayo de 2937 a. C.

22 de julio de 1435

22 de mayo de 1987

23 de mayo de 1987

15 de abril de 1610

24 de mayo de 1987

6 de febrero de 1536 (calendario juliano)

24 de mayo de 1987

18 de agosto de 2930 a. C.

25 de mayo de 1987

Poul Anderson

El año del Rescate

10 de septiembre de 1987

«Excelente soledad. » Sí, Kipling podría haberlo dicho. Recuerdo cómo esos versos me recorrieron el espinazo cuando los escuché por primera vez, leídos por el tío Steve en voz alta. Aunque eso debió de ser hace una docena de años, todavía surten en mí el mismo efecto. El poema trata de¡ mar y las montañas, claro; pero también de las Galápagos, las islas Encantadas.

Hoy necesito un poco de su soledad. Los turistas son en su mayoría gente decente y brillante. Aun así, una temporada de pastorearlos por los senderos, contestando una y otra vez a las mismas preguntas empieza a cansarte. Ahora que ya son menos, mi trabajo de verano ha terminado y pronto estaré en casa, en Estados Unidos, para empezar mis estudios de postgrado. Ésta es mi última oportunidad.

—¡Wanda, cariño! —La palabra que emplea Roberto es «querida», que podría tener muchos sentidos. No necesariamente. Me lo planteo durante un parpadeo o dos—: Por favor, déjame ir contigo.

Un apretón de manos.

—Lo siento, compañero. —No, exactamente no; «amigo» tampoco se traduce directamente al inglés—. No estoy de mal humor ni nada parecido. Nada más lejos de la realidad. Todo lo que quiero son unas pocas horas Para mí.

¿No te ha pasado nunca?

Estoy siendo sincera. Mis compañeros guías están bien. Deseo que las amistades que he conseguido perduren. Seguro que así será si podemos reunirnos. Pero eso es incierto. Podría o no volver el año próximo. Con el tiempo podría o no conseguir mi sueño de unirme al personal de investigación de la Estación Darwin. No pueden aceptar a demasiados científicos; o mientras tanto podría aparecer otro sueño que me arrebatase. Este viaje, en el que media docena de nosotros recorremos el archipiélago en un bote con un permiso de acampada, podría bien ser el final de lo que hemos llamado el «compañerismo». Oh, vale, supongo que una postal de Navidad o dos.

—Necesitas protección. —Roberto se ha puesto dramático—. Ese hombre extraño del que hemos oído hablar, preguntando en Puerto Ayora por la joven americana rubia.

¿Dejar que Roberto me escolte? Tentación. Es guapo, vivaz y un caballero. No es que en estos últimos meses hayamos tenido un romance, Pero nos hemos hecho muy íntimos. Aunque nunca me lo ha dicho con palabras, sé que él querría ser todavía más íntimo. No ha sido fácil resistirse.

Hay que hacerlo, más por él que por mí. No por su nacionalidad. Creo que Ecuador es el país de Latinoamérica en el que los yanquis se sienten más a gusto. Para nuestro nivel, las cosas aquí funcionan. Quito es una ciudad encantadora, e incluso Guayaquil (desagradable, llena de humo, reventando de energía acumulada) me recuerda Los Ángeles. Sin embargo, Ecuador no es Estados Unidos, y desde su punto de vista tengo muchos defectos, empezando por el hecho de que no estoy segura de cuándo estaré lista para establecerme, si es que llega el día.